No hay mejor manera de comenzar una muestra internacional como esta que con un lleno absoluto de público. Hablamos, pues, del apoyo que la ciudad ofrece a una iniciativa que surge del propio Ayuntamiento y que va camino de convertirse en una cita duradera en el tiempo. Cumple su cuarta edición este Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía con un éxito ya prácticamente asegurado por el nivel de su programación. El positivismo que nos embarga puede estar causado por las buenas sensaciones del espectáculo Bailándote que nos regalaron, ayer noche en el Parque María Cristina, dos hermanas nacidas en el baile y en la danza que mostraron, sobre todo, la calidad y responsabilidad que requiere un festival de este tipo.
Antes de presentar a las protagonistas, Manuel Martín Martín pidió «palmas a compás» para Quique Paredes, guitarrista que falleció prematuramente horas antes de la función. Magnífico como siempre el crítico flamenco a la hora de introducir el acto y dar paso al alcalde José Ignacio Landaluce. El edil aseguró que se están haciendo las cosas «con cariño, se está contando con la familia para gestionar este evento desde el compromiso».
En sí, las hermanas Úrsula y Tamara López derrocharon buenas vibraciones a través de un espectáculo dinámico y emotivo que puso en valor la trayectoria intachable de estas artistas de crianza y corazones algecireños.
Su obra consiguió el éxito buscado al no caer en el error de expresar un discurso a través de la música que dejó el hijo de la portuguesa, pues para cualquier músico puede suponer una frustración querer recrear un legado inalcanzable afectando a la consonancia del grupo. Así, el guion musical corre a cargo de la creatividad de Javier Patino y del holandés Tino Van Der Sman, que conducen a ambas bailaoras por un viaje de estilos flamencos en el que no dejan la emoción a un lado, sino que supone el motor indudable de la expresividad de ambas. La elegancia en el hacer subraya la implicación por dejar el listón bastante alto, posiblemente, al tener el peso de actuar en «nuestra tierra».
El concepto de baile tanto de Tamara como de Úrsula son prácticamente el mismo, esto es, dejar que las nuevas influencias del contemporáneo solapen por momentos a la expresión más jonda, dando así riqueza a cada movimiento a través de unos brazos embaucadores. Eso sí, volviendo siempre a la esencia, a lo jondo o al folclore. Cualquier detalle está cuidado y el vestuario de toda la gala hace de cada número algo especial que no permite el aburrimiento del público.
La sensualidad de sus movimientos nos invita a la transgresión del baile que se ve armonizado cuando pensamos en el camino que emprendió Paco a la hora de romper barreras musicales, pues no hay mensaje sin intención y las bailaoras consiguieron, con el cante de Gema Caballero, recordar la universalidad de la que goza el flamenco.
Úrsula arrancó los -merecidos- aplausos con burlerías por soleá, bulerías y por la limpieza del manejo del mantón en las peteneras. La escuela bolera aparece con Tamara con música de Albéniz y en una demostración de donaire. Explosión de color en las guajiras del paso a dos. El atrás es sensacional en toda la noche con Gema Caballero a la cabeza. El programa lo completan estilos como los caracoles, malagueñas y abandolaos, y la noche acaba como acaban las obras trabajadas desde el amor: público en pie y fuerte ovación.